sábado, 30 de abril de 2011

Don Ernesto y su legado...

A poco de hacerse cargo del gobierno, el presidente Raúl Alfonsín ordenó el procesamiento de las Juntas Militares que gobernaron durante la dictadura militar (1976 - 83), responsables, en última instancia, de los horrores cometidos y nombró una comisión para investigar esos crímenes (CONADEP). Como presidente fue designado Ernesto Sábato. Al cabo de nueve meses, esa comisión expidió sus conclusiones, resumidas en el libro Nunca más, que lleva un prólogo escrito por el propio Sábato que aquí transcribimos.

Nunca Más - Informe de la Conadep - Septiembre de 1984

      Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en juicio; y en ocasión del secuestro de Aldo Moro, cuando un miembro de los servicios de seguridad le propuso al General Della Chiesa torturar a un detenido que parecía saber mucho, le respondió con palabras memorables: «Italia puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura».
No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos.
Nuestra Comisión no fue instituída para juzgar, pues para eso estan los jueces constitucionales, sino para indagar la suerte de los desaparecidos en el curso de estos años aciagos de la vida nacional. Pero, después de haber recibido varios miles de declaraciones y testimonios, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje. Y, si bien debemos esperar de la justicia la palabra definitiva, no podemos callar ante lo que hemos oído, leído y registrado; todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda considerarse como delictivo para alcanzar la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad. Con la técnica de la desaparición y sus consecuencias, todos los principios éticos que las grandes religiones y las más elevadas filosofías erigieron a lo largo de milenios de sufrimientos y calamidades fueron pisoteados y bárbaramente desconocidos.
Son muchísimos los pronunciamientos sobre los sagrados derechos de la persona a través de la historia y, en nuestro tiempo, desde los que consagró la Revolución Francesa hasta los estipulados en las Cartas Universales de Derechos Humanos y en las grandes encíclicas de este siglo. Todas las naciones civilizadas, incluyendo la nuestra propia, estatuyeron en sus constituciones garantías que jamás pueden suspenderse, ni aun en los más catastróficos estados de emergencia: el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal, el derecho a proceso; el derecho a no sufrir condiciones inhumanas de detención, negación de la justicia o ejecución sumaria.
De la enorme documentación recogida por nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de manera esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la extensión del territorio. ¿Cómo no atribuirlo a una metodología del terror planificada por los altos mandos? ¿Cómo podrían haber sido cometidos por perversos que actuaban por su sola cuenta bajo un régimen rigurosamente militar, con todos los poderes y medios de información que esto supone? ¿Cómo puede hablarse de «excesos individuales»? De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos pero regimentados ejecutores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de Defensa por el jefe de la delegación argentina, General Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980: «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores» . Así, cuando ante el clamor universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraban los «excesos de la represión, inevitables en una guerra sucia» , revelaban una hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes los espantos planificados.
Los operativos de secuestro manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena calle y a la luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de seguridad que ordenaban «zona libre» a las comisarías correspondientes. Cuando la víctima era buscada de noche en su propia casa, comandos armados rodeaban la manzanas y entraban por la fuerza, aterrorizaban a padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y finalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de comando casi siempre destruía o robaba lo que era transportable. De ahí se partía hacia el antro en cuya puerta podía haber inscriptas las mismas palabras que Dante leyó en los portales del infierno: «Abandonad toda esperanza, los que entrais».
De este modo, en nombre de la seguridad nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta adolescentes, pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal: la de los Desaparecidos. Palabra - ¡triste privilegio argentino! - que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo.
Arrebatados por la fuerza, dejaron de tener presencia civil. ¿Quiénes exactamente los habían secuestrado? ¿Por qué? ¿Dónde estaban? No se tenía respuesta precisa a estos interrogantes: las autoridades no habían oído hablar de ellos, las cárceles no los tenían en sus ¦ldas, la justicia los desconocía y los habeas corpus sólo tenían por contestación el silencio. En torno de ellos crecía un ominoso silencio. Nunca un secuestrador arrestado, jamás un lugar de detención clandestino individualizado, nunca la noticia de una sanción a los culpables de los delitos. Así transcurrían días, semanas, meses, años de incertidumbres y dolor de padres, madres e hijos, todos pendientes de rumores, debatiéndose entre desesperadas expectativas, de gestiones innumerables e inutiles, de ruegos a influyentes, a oficiales de alguna fuerza armada que alguien les recomendaba, a obispos y capellanes, a comisarios. La respuesta era siempre negativa.
En cuanto a la sociedad, iba arraigándose la idea de la desprotección, el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese caer en aquella infinita caza de brujas, apoderándose de unos el miedo sobrecogedor y de otros una tendencia consciente o inconsciente a justificar el horror: «Por algo será», se murmuraba en voz baja, como queriendo así propiciar a los terribles e inescrutables dioses, mirando como apestados a los hijos o padres del desaparecido. Sentimientos sin embargo vacilantes, porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo sin ser culpable de nada; porque la lucha contra los «subversivos», con la tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados, se había convertido en una represión demencialmente generalizada, porque el epiteto de subversivo tenía un alcance tan vasto como imprevisible. En el delirio semántico, encabezado por calificaciones como «marxismo-leninismo», «apátridas» , «materialistas y ateos» , «enemigos de los valores occidentales y cristianos» , todo era posible: desde gente que propiciaba una revolución social hasta adolescentes sensibles que iban a villas-miseria para ayudar a sus moradores. Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esosamigos, gente que había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura. Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores.
Desde el momento del secuestro, la víctima perdía todos los derechos; privada de toda comunicación con el mundo exterior, confinada en lugares desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante de su destino mediato o inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar, con bloques de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo no eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mujer, la infinita verguenza por la violación en público; seres no sólo poseídos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada esperanza.
De estos desamparados, muchos de ellos apenas adolescentes, de estos abandonados por el mundo hemos podido constatar cerca de nueve mil. Pero tenemos todas las razones para suponer una cifra más alta, porque muchas familias vacilaron en denunciar los secuestros por temor a represalias. Y aun vacilan, por temor a un resurgimiento de estas fuerzas del mal.
Con tristeza, con dolor hemos cumplido la misión que nos encomendó en su momento el Presidente Constitucional de la República. Esa labor fue muy ardua, porque debimos recomponer un tenebrosos rompecabezas, después de muchos años de producidos los hechos, cuando se han borrado liberadamente todos los rastros, se ha quemado toda documentación y hasta se han demolido edificios. Hemos tenido que basarnos, pues, en las denuncias de los familiares, en las declaraciones de aquellos que pudieron salir del infierno y aun en los testimonios de represores que por oscuras motivaciones se acercaron a nosotros para decir lo que sabían.
En el curso de nuestras indagaciones fuimos insultados y amenazados por los que cometieron los crímenes, quienes lejos de arrepentirse, vuelven a repetir las consabidas razones de «la guerra sucia» , de la salvación de la patria y de sus valores occidentales y cristianos, valores que precisamente fueron arrastrados por ellos entre los muros sangrientos de los antros de represión. Y nos acusan de no propiciar la reconciliación nacional, de activar los odios y resentimientos, de impedir el olvido. Pero no es así: no estamos movidos por el resentimiento ni por el espíritu de venganza; sólo pedimos la verdad y la justicia, tal como por otra parte las han pedido las iglesias de distintas confesiones, entendiendo que no podrá haber reconciliación sino después del arrepentimiento de los culpables y de una justicia que se fundamente en la verdad. Porque, si no, debería echarse por tierra la trascendente misión que el poder judicial tiene en toda comunidad civilizada. Verdad y justicia, por otra parte, que permitirán vivir con honor a los hombres de las fuerzas armadas que son inocentes y que, de no procederse así, correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e injusta. Verdad y justicia que permitirán a esas fuerzas considerarse como auténticas herederas de aquellos ejércitos que, con tanta heroicidad como pobreza, llevaron la libertad a medio continente.
Se nos ha acusado, en fin, de denunciar sólo una parte de los hechos sangrientos que sufrió nuestra nación en los últimos tiempos, silenciando los que cometió el terrorismo que precedió a marzo de 1976, y hasta, de alguna manera, hacer de ellos una tortuosa exaltación. Por el contrario, nuestra Comisión ha repudiado siempre aquel terror, y lo repetimos una vez más en estas mismas páginas. Nuestra misión no era la de investigar sus crimenes sino estrictamente la suerte corrida por los desaparecidos, cualesquiera que fueran, proviniesen de uno o de otro lado de la violencia. Los familiares de las víctimas del terrorismo anterior no lo hicieron, seguramente, porque ese terror produjo muertes, no desaparecidos. Por lo demás el pueblo argentino ha podido escuchar y ver cantidad de programas televisivos, y leer infinidad de artículos en diarios y revistas, además de un libro entero publicado por el gobierno militar, que enumeraron, describieron y condenaron minuciosamente los hechos de aquel terrorismo.
Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Unicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.
 
Así como Cortázar perteneció al Tribunal Russel, junto a Sartre y otros intelectuales. Érnesto sábato hizo lo propio durante el Gobierno de Raúl Alfonsín en La CONADEP que estuvo integrada por Ernesto Sábato (presidente), Magadalena Ruiz Guiñazú, Ricardo Colombres, René Favaloro, Hilario Fernandez Long, Carlos Gattinoni, Gregorio Klimovsky, Marshall Meyer, Mons. Jamie F. de Nevares, Eduardo Rabossi, Santiago López, Hugo Piucill, Horacio Huarte, Graciela Fernandez Meijide, Daniel Salvador, Raúl Aragon, Alberto Mansur y Leopoldo Silgueira. 

viernes, 29 de abril de 2011

Cuando Borges y Perón se encontraron...

    Los dos reyes y los dos laberintos


    Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso." Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. 
La gloria sea con aquel que no muere. 


Es hermoso leer a Borges como autor, y es apasionante el discurso Peronista desde el punto de vista político. Pero ¿Qué hubiera sucedido si estas figuras antagónicas hubieran dejado de lado sus propios pareceres y hubieran tenido-mínimamente- un dialogo?
     Enrique Estrázulas, un autor uruguayo, conoció a Borges, además fue amigo de algunos allegados al lider peronista, de quien pudo extraer:
   "Corría 1977. Yo vivía con Alfredo Zitarrosa en Madrid -recordó el autor- y un dirigente justicialista, cuyo nombre no revelaré, me contó que, en su residencia de Puerta de Hierro, Perón había leído a Borges. Tras concluir la lectura, según me contaron, el general habría dicho: Parece mentira que este hombre que me critica tan duramente sea un escritor tan grande."
En ese diálogo mano a mano con Perón, Estárzulas imaginó un encuentro entre dos amigos, dos viejos sabios reparando el pasado. 
En ocasiones la ficción ocupa espacios que la historia ha reclamado...

jueves, 28 de abril de 2011

El Flaubert de Sartre


     Desde 1943, Sartre, fuertemente influido por la vida tormentosa, inteligente y provocadora y rebelde de algunos hombres - Baudelaire, Genet, etc.- , se inicia en el análisis existencial (El ser y la nada) y se propone el modelo de Flaubert para un trabajo de envergadura. En 1945 comienza seriamente lo que hasta en 1972 parece culminar. Durante este lapso se atraviesan en su proyecto innumerables conflictos y nuevas obras o conferencias y entrevistas de prensa en distintos países (Crítica de la razón dialéctica, Los secruestrados de Altona, Las palabras, primer tomo de su autobiografía que le mereciera el premio Nobel de Literatura, etc.). Pese a su inmensa creación intelectual, algunas intenciones y promesas de continuar o publicar nuevos libros se vieron frustradas durante aquella época. Se recuerda Los caminos de la libertad y la continuación de la Crítica. No obstante, ese Flaubert que casi no aparece, se esperaba con la misma terca inseguridad con que se esperó inútilmente la continuación de Las palabras. Pero al fin comenzó a aparecer en una sobria edición de Gallimard, su editorial de siempre, en 1971.
      Flaubert es producto de los prejuicios sociales y familiares de su época. Pasivo, despectivo, refleja en su conducta personal y más tarde en toda su obra, las consecuencias de unas relaciones familiares perfectamente anormales: madre poco afectiva, padre tirano, dificultad de relación con las palabras y emulación impuesta con su hermano mayor, por lo demás, modelo.
      Es su dificultad de aprender a leer - lo que logra entre los 7 y los 8 años- lo que lo convierte en el idiota de la familia.


Miguel Angel Buonarotti

Sonetos


Si en el rostro por los ojos el corazón se ve,
otro signo no habrá más evidente de mi fuego;
así es que baste ello, mi señor querido, para pedir merced.
Deténgase un momento tiempo y hora,
el sol y el día en su carrera antigua; así yo tenga,
y no por mi mérito, al deseado y dulce señor mío
siempre entre mis brazos, prontos e indignos.



El interior de Miguel Ángel sólo encuentra la paz y el sosiego en la figura de Tommaso. El joven romano es su paz, su todo, su otro yo. No soporta estar distanciado de su amor. Él le enseña a vivir, a encontrar el verdadero motivo de su existencia; la belleza.


Lo que siento, lo que busco y me guía en mí no está;
ni bien sé mirar donde encontrarlo pueda,
aunque alguien me quiera mostrar.
Esto, señor, me ocurre tras de verte,
un dulce amargo, un sí y no me mueve:
y no dudo que de tus ojos vendrá.

miércoles, 27 de abril de 2011

El engaño....

"El delito de los que nos engañan no está en el engaño, sino en que ya no nos dejan soñar que no nos engañarán nunca".
Víctor Ruiz Iriarte (1912 -1982) Dramaturgo español.   

El impostor siempre tiene una cara amable, que la literatura de aliento clásico ha consagrado. Se vincula al aspecto lúdico de la vida, a la ilusión y a la intriga, a la embriaguez del disfraz y sus ceremonias. Y también, por cierto, a la liberación que supone evadirse de la propia identidad. Ser uno mismo puede resultar agobiante, enseñan la novela y el cuento, contrariando el optimismo de la psicología.      
Según el diccionario de la Real Academia Española la palabra engaño tiene la siguiente definición:
1. m. Acción y efecto de engañar.
2. m. Falta de verdad en lo que se dice, hace, cree, piensa o discurre.
1. loc. verb. Satisfacer, desengañar, sacar del engaño y error aprehendido.
Llamarse alguien a ~.
  1. loc. verb. coloq. Retraerse de lo pactado, por haber reconocido engaño en el contrato, o pretender que se deshaga algo, alegando haber sido engañado.
    Existen diversas formas de que el engaño aborda: por ejemplo el engaño amoroso, ejemplos de este son Don Juan, y Cyrano de Bergerac, el ventrílocuo de los enamorados, representan otra variante de la impostura: ponen el fraude al servicio del lance amoroso. Son maestros de la simulación erótica. El Tartufo, de Molière, en cambio, lo es de la hipocresía. Además existe el engaño visual, engaño a modo de estafa, pero en las sucesivas hojas, será tomado en cuenta el engaño con apariencia de verdad.
    Y son efectivamente coincidentes estas acepciones de la Real Academia si repasamos este engaño en la literatura en autores como Hesíodo, Homero, y si comparamos su forma de ver el mundo con la Biblia, por ejemplo.
Fuera del ámbito literario el engaño como forma de verdad,  es una de las artimañas más comunes y cotidianas, "como quitarle un dulce a un niño", es frecuente caer en la cuenta de reconocer apariencias que no son. Pero también es interesante notar que este engaño está acompañado por un objeto deseado, es decir, quien engaña posee algo que el ser engañado desea.
Dentro de la literatura las representantes más típicas respecto al engaño son las musas y las sirenas, ambas con sus cantos seducen a quienes las oyen.
Otra forma de recurrir o utilizar el engaño  mediante el saber, Teresa Alfieri, en su libro "Sirenas, Por Supuesto", menciona al saber cómo: "La tentación más alta, la tentación que está  por detrás de todas las tentaciones, el conocimiento del mundo, del universo, de los cuerpos, de los sabores, de las transgresiones de cuanta ley haya sido creada; el conocimiento carnal y espiritual, el conocimiento físico, cósmico, esotérico y metafísico. "Todo lo sabemos". He ahí el encanto sublime de las encantadoras, he ahí el anzuelo de toda seducción. Saber tanto es lo prohibido, es el tabú más fuerte, el imposible supremo."

     Según el diccionario de la Real Academia Española sirena es: "Cualquiera de las ninfas marinas con busto de mujer y cuerpo de ave, que extraviaban a los navegantes atrayéndolos con la dulzura de su canto. Algunos artistas las representan impropiamente con medio cuerpo de mujer y el otro medio de ave o de pez".
Homero y Hesíodo fueron los primeros en indicar, mediante la literatura, la existencia de estos seres.
      Con respecto al engaño, las sirenas eran hábiles engañadoras, en el canto duodécimo de la Odisea, Circe las describe como unas peligrosas encantadoras que entonan sus melodías en medio de una pradera, rodeadas de los cadáveres de los hombres que consiguieron atraer, y advierte a Ulises que el hombre que se acerque a ellas cometerá una imprudencia mortal, porque aquel que se deje guiar por sus voces engañosas no podrán volver junto a su mujer y sus hijos.
      Teresa Alfieri, en su libro, describe la metamorfosis de las sirenas de esta forma: " En la versión de Pausanias (XC6), la diosa Hera organizó un concurso de canto y alentó a las sirenas para que compitieran con las musas, las que arrancaron las plumas de sus víctimas para hacerse una corona, las vencidas se retiraron entonces a las costas itálicas donde se dedicaron a sembrar la destrucción entre los navegantes. La exégesis de Apolodoro (II C 4) explica la fábula de las sirenas traduciendo el símbolo de las supuestas ninfas como mujeres de mala vida que habitaban las costas del mar de Sicilia; con todos los alicientes de la voluptuosidad, atraían a los navegantes y adormecían su voluntad. Otra leyenda da cuenta de la metamorfosis de las sirenas como un castigo de la diosa Afrodita al comprobar que desdeñaban los placeres del amor".
     Además significaron  la lujuria, los peligros del mar, la música o la sabiduría.
     Sin embargo una sirena o grupo de sirenas-ya sea en forma voluntaria o compulsiva- revela cosas que están por suceder, un ejemplo de esto son las sirenas Hadeburc y Sigelint, que le anuncian al héroe Hagen su futuro en la "Canción de los Nibelungos" por ende no siempre la figura de la sirena representa la voz del engaño, sino también de oráculo.

El Niño Que Tenía un Oso de Trapo...a Pablo Picasso, con esperanza, siempre con esperanza...

De Manuel Lueiro Rey  "El niño que tenía un oso de trapo"
Si el niño hubiese llegado a hombre, yo sé que trataría de humanizar con esfuerzo la materia grosera que perdura aún desparramada por el ancho  mundo en que vivimos.
El  niño iría pisando los caminos del mundo, haciendo intentos parar abrir los horizontes nuevos a las miradas ciegas de las gentes ciegas.

Si el niño hubiese llegado a hombre, yo sé que amaría la piedra y el árbol, el agua de los torrentes, la espiga madura del trigo, la fuerza ayudadora del viento, las aspas limpias de los molinos de Castilla...
En cada cosa -¡la tierra!..¡el agua!... el pan!  - buscaría con denuedo los bienes por los cuáles el hombre ha de luchar.
Si el niño llegase a hombre, yo sé que amaría el perro que defiende la casa de labranza, el caballo de tiro, a las gallinas caseras del gallinero casero; amaría la oveja y la abeja- ¡la lana!...¡la miel!...- los gatos ratoneros, los pájaros libres, los peces fríos del río, las paloma inocentes, las meseta y la montaña, la espuma del mar...
Si el niño hubiese llegado a hombre, amaría el fuego, la energía que se esconde en la naturaleza viva, las voces humanas de los vecinos, el trabajo eficiente de todos, el bien colectivo...

Pero aquél niño
Solamente tenía seis años de vida
Un puñado de horas, un breve puñado,
Un puñado de barro, un puñado de sal,
Y amaba a su oso de trapo...
El oso de trapo era el único juguete de que disponía. El oso de trapo era la verdad de su tiempo. El oso de trapo estaba siempre con él. Los dos veían cómo los días pasaban madurando el instinto..
El niño sabía que el oso era un animal de trapo, gozando de sus pasiones inocentes, penetrando en sus secretos, presente en sus ansias desbordadas.
El oso de trapo, sin saberlo ya tenía un pedacito del corazón del niño. Él se lo había dado. Un pedacito del corazón que latía al mismo ritmo del corazón del niño.
En la tela de sus patas, en la curva de su lomo, en el brillo de sus ojos de cristal, en el silencio incomprensible del aserrín de su relleno, ya había penetrado la vida del niño como un hermoso misterio latente..
Era un oso pequeño, inofensivo, Un oso blanco de trapo. Pero ya tenía un pedacito del corazón del niño...
Una vez en que el niño jugaba a la puerta de su casa, sentado en la piedra de su acera, le preguntó al oso de trapo:
-Cuando yo me muera...¿tú qué harás?
El oso no dijo nada. Dobló la cabeza sobre la mano inocente del niño y lo miró fijamente con sus ojos de cristal.
El niño entonces le dijo:
_¡Tonto!... Cuando yo me muera de viejo quiero que te entierren conmigo.

Pero no fue así. No. No fue así como el niño pensaba.
¡Un día alguien trajo la muerte!
El niño jugaba en la plaza del pueblo... Sobre a tierra firme de la plaza del pueblo...Gozando del sol claro del sol de abril....
Entre las ramas de los árboles, con la savia nueva, se oía el piar de  pájaros libres...Y el sol batía en el cristal de las ventanas libres...Y el aire removía los cabellos libres del niño...Y las mujeres voceaban libremente en el mercado del pueblo...
¡Libre era todo!
      ¡La voz del hombre!
            ¡El juego el niño!...
              ¡El agua!...
                     ¡El viento!...
                             ¡la luz!
                                     ¡El sol!....
¡Libre era todo!
De pronto un vuelo de cuervos dejó caer la muerte desde el cielo. La muerte caía desde el cielo sobre los tejados de las casas del pueblo en forma de metralla...
         

 Y entonces...
Hubo un caballo desventrado,
atravesado por una lanza...
Y una casa en llamas...
Y esparcidos la cabeza y los brazos
 de un hombre muerto...
y una mano empuñando una espada
rota...
y una mujer desnuda a rastras...
y en una ventana
un perfil gigante de otra mujer llorando, con los pechos y las manos separadas encima del alféizar...
y un brazo extendido hacia fuera sosteniendo una antorcha encendida...
y otra mujer, rodeada de llamas, levantando los brazos al cielo...
Y un toro en actitud belicosa, con la cabeza vuelta hacia un lado y la cola levantada...
Y un pájaro alargando el cuello, con el pico abierto...
Y delante del toro, otra mujer gritando porque llevaba en los brazos al niño muerto...
¡En el suelo oscuro, lleno de sangre inocente, una flor, sólo una flor...!
Al niño lo enterraron sin el oso de trapo. En la tabla que señala su tumba - un puñado de tierra, un puñado de silencio- se puede leer:  
                                                   
                                                            EL niño
                                          Antonio Zabalagoitta Echevarría
                                             Muerto en el bombardeo
                                               De los aviones alemanes
                                                   El día 26 de abril de 1937
                                                           GUERNICA

Pero  yo sé que si aquel niño hubiese llegado a hombre, seguiría pisando la tierra con firmeza, buscando los caminos nuevos, porque tenía los ojos llenos de esperanza.
                                                                                                        Manuel Lueiro Rey

El 26 de Abril de 1.937 la villa vasca de Guernica fue objeto de un cruel bombardeo por parte de la aviación alemana, que produjo numerosas víctimas inocentes y cuantiosos daños materiales. El hecho se enmarca en el desarrollo de la Guerra Civil española, comenzada el 18 de Julio de 1.936, y que enfrentaba al gobierno de la República, democráticamente elegido, con el ejército rebelde de Franco, sublevado contra el poder legítimo. Mientras los soviéticos de Stalin ayudaron a la República, Franco obtenía abundante ayuda humana y material de la Italia de Mussolini y de la Alemania de Hitler. La aviación de éste último tomó la iniciativa de bombardear Guernica por cuenta propia, sin pedir ningún permiso ni notificarlo a Franco. Los aviones Junker alemanes de la Luftwaffe realizaron un bombardeo-alfombra contra la desprotegida villa. La razón del ataque no podía ser la existencia de depósitos de armas, ni cuarteles o tropas, ni objetivos estratégicos ni que la villa fuese un nudo de comunicaciones. Guernica carecía de cualquier importancia militar o estratégica. La vergonzosa razón fue probar en fuego real los nuevos aviones y su armamento ante el avecinamiento de la Segunda Guerra Mundial. Para explicar lo inexplicable, Franco en una delirante declaración echó la culpa del ataque a los republicanos que así habrían conseguido una excusa, bombardeando una ciudad de su zona, para poder acusar a los nacionalistas de Franco. Ni que decir tiene que este argumento no fue tomado en consideración por nadie.
La visita de Picasso a España justo antes de la guerra civil le supone una gran curiosidad por lo fiesta de los toros. Todos sus elementos están en el cuadro: el toro símbolo de fuerza, brutalidad y oscuridad, el caballo de la inocencia y la víctima indirecta de todas las tragedias, el espacio acotado y la espada. Los símbolos taurinos muestran aquí la esencia de España y su sufrimiento. La luz de la lámpara ilumina la escena central de forma triangular y no se sabe muy bien si estamos en una escena interior o al aire libre, puesto que la indefinición espacial no nos da ninguna clave al respecto. El cuadro es el más elaborado y pensado de Picasso, realizó 45 bocetos o estudios previos, que fotografió y amplió al objeto de componer el conjunto de una manera coherente y expresiva.
Lueiro Rey escribe esta historia luego que Pablo Picasso pinta el Guernica y este texto junto a otros tantos pertenecen a una antología llamada: "Guía de cuentos para educar por la paz".

martes, 26 de abril de 2011

El gigante Amapolas y sus formidables enemigos

      Juan Bautista Alberdi (San Miguel de Tucumán29 de agosto de 1810 - Francia19 de junio de 1884) fue un juristaeconomistapolíticoescritor y músicoargentino, autor intelectual de la Constitución Argentina de 1853.

      En noviembre de 1838, debido a su negativa a prestar juramento al régimen federal de Juan Manuel de Rosas y a la persecución de la policía de Rosas, inició un exilio voluntario en Montevideo. Dejaba en Buenos Aires una amante y un hijo recién nacido al cual nunca reconoció, de nombre Manuel a quién nombra legatario en su testamento llamándolo "mi pariente" 
En Montevideo apoyó la intervención francesa contra el gobierno de Rosas, y escribió artículos en varios periódicos, apoyando las acciones militares de ese país contra el suyo. 
Justo José de Urquiza lo designa diplomático y le encarga la misión de obtener en Europa el reconocimiento de la Confederación Argentina bajo la nueva Constitución y evitar el reconocimiento del Estado de Buenos Aires, escindido de la Confederación, como nación independiente, misión que Alberdi cumple con éxito y que le valdría el encono de Bartolomé Mitre y de Domingo Faustino Sarmiento, tirria profundizada luego por la oposición frontal de Alberdi a la Guerra de la Triple Alianza, actitud que le valió ser calificado como "traidor".

     Durante su exilio en Montevideo, Juan Bautista Alberdi se dedicó a escribir, pero no como un autor más, sino como dramaturgo. Desde el teatro realiza algo muy interesante que perdura hasta nuestros días, denunciar la represión y la falta de acuerdo dentro los partidos opositores
El resultado de este trabajo se denomina "El gigante Amapolas y sus formidables enemigos", es escrita desde Montevideo en el año 1842, esta obra alude a Rosas como anteriormente fue mencionado, y los comandantes del ejercito opositor los menciona como: Capitán Mosquito, Teniente Guitarra y Mayor Mentirola. A partir de esta obra se da el punta pie inicial de la farsa en Argentina.
Algunos momentos interesantes de la obra son los siguientes:
"Centinela:-Lo raro es que todavía estemos con las costillas sanas, somos cuatro gatos, estamos maniatados, tenemos a la cabeza a un héroe de paja, ¿Qué extraño seria que nos amarasen a todos?...Con todo, yo  todavía espero que hemos de vencer.-(...) puede  uno ser gigante de paja, y con solo estarse quieto, vencerlos  
cada instante como...."
Respecto a la censura rosista, mediante un personaje-Maria-, alude:
MARIA: Qué extraño es, pues, que el pueblo le tribute todas esas demostraciones de asombro. Mira, cuando yo venía, los Diputados del cuerpo legislativo, corrían a reunirse para decretar coronas y monumentos en honor del Gigante Amapolas. Las mujeres se ocupaban de tejer guirnaldas de flores; los poetas hacían versos; los músicos canciones en elogio del triunfo debido al genio del Gigante Amapolas. Los agentes diplomáticos de los países extranjeros eran los primeros que venían, con la boca abierta de admiración por el talento sublime con que el Gigante había sabido vencer a sus enemigos; y se disponía a recibirlo con la rodilla en tierra, o de hinojos, como dicen los añejos románticos. Por todas partes no se oye más que: -El Gigante Amapolas es un semi-Dios. El Gigante Amapolas es el genio de la política y de la guerra. El Gigante Amapolas es el valor, el atrevimiento mismo. Hay extranjero que daría sus ojos por conocer al Gigante Amapolas, tanto es el respeto y la admiración que le tienen. Ya se ve: los extranjeros como hombres ilustrados e imparciales, son los mejores apreciadores de la capacidad de nuestros grandes hombres. Por eso hay francés que se reputaría dichoso si poseyese un botón de la casaca del Gigante Rosas.
TAMBOR: Amapolas, di.
MARIA: No, hijo, lo hice por variar; tanto Amapolas, Amapolas...
TAMBOR: Bien, si es por variar, di más bien del Gigante Floripondios; pero del Gigante Rosas, no hay que hablar una palabra... sigue ahora.
MARIA: Bien, seguiré... ¿por dónde iba?
TAMBOR: Por eso hay francés...
MARIA: Ah, ya sé... Por eso hay francés que se reputaría dichoso si poseyese un botón de la casaca del Gigante Rosas.
TAMBOR: Vuelta Rosas...
MARIA: ¡Ah! Tulipanes...
TAMBOR: Amapolas, mujer...
MARIA: Es verdad, Amapolas.
TAMBOR: Vaya, vuelve.
MARIA: Por eso hay francés que se reputaría dichoso si poseyese un botón de la casaca del Gigante Amapolas; y los ingleses darían la Irlanda a trueque de que el Gigante perteneciese al Parlamento de Inglaterra. ¿No ves, no ves el gentío que cubre estas cercanías? Todo el mundo acude a tomar una idea del campo donde ha sido la batalla y a conocer la figura del Gigante Amapolas.
   Cualquier similitud con la actualidad es pura coincidencia...

Tu mirar infernal y divino...

    Charles Pierre Baudelaire (9 de abril de 1821 - 31 de agosto de 1867) fue un poetacrítico de arte y traductor francés. Fue llamado poeta maldito, debido a su vida de bohemia y excesos, y a la visión del mal que impregna su obra. Dijeron de él que fue el Dante de una época decadente. Fue el poeta de mayor impacto en el simbolismo francés.  

     En 1840 Baudelaire se matricula en la Facultad de Derecho. Comienza a frecuentar a la juventud literaria del Barrio Latino y conoce a nuevas amistades, como Gustave Levavasseur y Ernest Prarond. También entabla amistad con Gérard de Nerval, con Sainte-BeuveThéodore de Banville y Balzac. Intima igualmente con Louis Ménard, que se dedica a la taxidermia y disección de animales.
Comienza a llevar una vida despreocupada; los altercados con la familia son constantes debido a su adicción a las drogas y al ambiente bohemio. Frecuenta prostíbulos y mantiene relaciones con Sarah, una prostituta judía del Barrio Latino. Charles la denomina La Louchette (la bizca). Además de torcer la vista, era calva. Probablemente fue ella quien le contagió la sífilis. Dentro de su obra capital, Las flores del mal, Baudelaire se refiere a Sarah en un poema, probablemente escrito en el momento en que dejó de verla asiduamente, reanudando sus relaciones con su otra amante, Jeanne Duval. 

    Charles Baudelaire, es quizá, el autor más contradictorio a quien la seducción ha podido cautivar, mediante los perfumes de sus "Flores del Mal".
Es un gran observador de la Francia moderna, pero al igual que otros intelectuales, es un gran crítico a quién las múltiples hipocresías son abordadas con un humor corrosivo.
    Su perversidad sensual se impone ante la moral de este hombre moderno, creando un dualismo entre amores y odios, admiraciones y desprecios...en fin, generando controversias, que son las mismas que Baudelaire describe dentro de estas hipocresías propias del ser humano, y que conforman "Las flores del Mal".
  En las siguientes líneas, serás guiados como ese perfume, elaborado por la seducción, y desplegado en manos de Baudelaire nos cautivará, nos llevará a reflexionar acerca de los males de la humanidad: La humanidad en sí misma.
Uno de los poemas que ejemplifican como Baudelaire fue hechizado, y al cual el mismo echa la culpa de este embrujo es el "Himno a la belleza", del capitulo "Spleen e Ideal".
Esta poesía a la vez de ser un gran cuestionamiento acerca de la soberbia con la cual la belleza penetra en nuestras vidas, es un poema cargado de religiosidad, donde él mismo se desinteresa por la procedencia de la misma.
De este modo les dejo el "Himno a la Belleza" de Charles Baudelaire:

¿Bajas del hondo cielo o emerges del abismo, 
Belleza? Tu mirada infernal y divina 
Confusamente vierte crimen y beneficio, 
Por lo que se podría al vino compararte. 

Albergas en tus ojos al poniente y la aurora, 
Cual tarde huracanada exhalas tu perfume; 
Son un filtro tus besos y un ánfora tu boca 
Que hacen cobarde al héroe y al niño valeroso. 

¿Del negro abismo emerges o bajas de los astros? 
Como un perro, el Destino sigue ciego tu falda, 
Al azar vas sembrando el luto y la alegría 
Y todo lo gobiernas sin responder de nada. 

Caminas sobre muertos, Belleza, y de ellos ríes; 
El Horror, de tus joyas no es la menos hermosa 
Y el Crimen, entre todas tus costosas preseas 
Danza amorosamente sobre el vientre triunfal. 

La aturdida falena vuela hasta ti, candela, 
Crepita, estalla y grita: ¡Bendigamos la llama! 
El amante, jadeando sobre su bella amada 
Semeja un moribundo que su tumba acaricia. 

Que tú llegues del cielo o el infierno, ¿qué importa? 
Belleza, inmenso monstruo, pavoroso e ingenuo, 
Si tu mirar, tu risa, tu pie, me abren las puertas 
De un infinito que amo y nunca conocí. 

Satánica o divina, ¿qué importa? Ángel, Sirena, 
¿qué importa? Si tú vuelves -hada de ojos raso, 
Resplandor, ritmo, aroma, ¡oh mi señora única! 
Menos odioso el mundo, más ligero el instante.